24/10/2019.- La 64 Semana Internacional de Cine de Valladolid, Seminci, ha acogido, en el Día de Georgia, una mesa redonda dedicada a «conocer la identidad y valores de una cinematografía injustamente desconocida en España», en palabras de Javier Angulo, director del festival.
En la sesión han tomado parte Ana Chkonia (responsable de relaciones internacionales del Centro Nacional de Cine Georgiano), Gvantsa Zakareishvili (responsable de relaciones públicas del Centro Nacional Cine Georgiano), Tinatin Kajrishvili (directora de largometrajes como Horizon y Brides), Lasha Khalvashi (productor de títulos como Horizon, Brides y Scary Mother), Tornike Bziava (director del cortometraje The April Chil) y Keti Machavariani (cineasta y miembro del Jurado Internacional), así como Fernando Lara en calidad de moderador.
Lara explicó que en los últimos años se ha producido en distintos puntos del planeta una eclosión de cinematografías, entre las que se encuentra el cine georgiano, lo que justifica también la retrospectiva que le ha dedicado la Seminci, con la programación de 16 largos y un corto realizados desde el 2010 hasta ahora. «Hoy tenemos el colofón con la proyección de My Grandmother, una joya del cine mudo georgiano que podrá verse con la música del filme en directo», explicó el que fuera director de la Semana durante 20 años.
Como dato anecdótico, el realizador Tornike Bziava ha contado que su abuelo fue coguionista de ese antiguo filme. Mucho menos casual es la relación de los directores y productores presentes con la nueva ola del cine georgiano, que comenzó a tomar forma bajo los auspicios del Georgian National Film Center (GNFC), el equivalente al Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, ICAA, de España, fundado apenas una década antes y que creó un fondo con el que respaldar iniciativas cinematográficas del país.
Un presupuesto de 2,5 millones
«El objetivo del instituto es canalizar el dinero gubernamental hacia proyectos de autor», ha explicado Ana Chkonia. Desde el año 2000, el organismo ha dado respaldo económico a 140 películas fundamentalmente nacionales, aunque algunas van en coproducción con otros países. Una de las preocupaciones es fomentar la participación de las cintas en festivales, a lo que dedican la mayor parte de su presupuesto, de 2,5 millones de euros anuales.
El potencial del cine comercial es limitado en Georgia, un país que cerró el 2018 con 3.731.000 habitantes y, según explicaba Ana Chkonia, unas 30 pantallas de cine en todo el territorio nacional, «y todas son del mismo dueño». Otro hándicap, según Tornike Bziava, es el idioma, ya que solo los habitantes del país hablan georgiano. Con ese panorama no es extraño que únicamente el 7% de las películas que se proyectan sean del país.
A cambio, su reducida industria es una piña en la que cualquier director o productor puede convertirse en el mentor de un joven cineasta con problemas para acceder a las dos universidades y la escuela de cine que ofrecen estudios de cinematografía. Y el GFNC apoya económicamente hasta el límite de sus posibilidades no solo a los productores del país, sino también a los foráneos que hagan sus rodajes en Georgia.
Según ha afirmado Chkonia, por el hecho de rodar dentro del país el centro aporta una cantidad. «En el caso de Da cven vicekvet (And then We Danced) -filme en la Sección Oficial de la Seminci-, es una producción fundamentalmente sueca, pero recibieron del GFNC un 25% de su presupuesto».
Temática plural
Poco a poco, de una temática de postguerra se pasa a argumentos más plurales. En el caso de la directora Tinatin Kajrishvili, más intimista. «Una cosa que me ha decepcionado un poco como cineasta es que parecía que todos esperaban que hiciera películas sobre la postguerra. Fuera de Georgia, parece que solo estaban dispuestos a apoyar este tipo de proyectos. Y a mí me interesan más las películas sobre relaciones humanas, aunque tengan de trasfondo la postguerra», ha explicado.
Desde instancias gubernamentales existe una total libertad de actuación, aunque los ponentes reconocen que aún queda algo de camino por andar en algunos aspectos desde el punto de vista de la aceptación social, como el de la homosexualidad. «El 95% del país es muy religioso y es muy difícil tratar el tema, pero desde el GFNC estamos ayudando a Da cven vicekvet, de Levan Akim, en su carrera a los Óscar, así como en sus viajes internacionales», ha explicado Ana Chkonia.
Keti Machavariani, y respecto a la cuestión de si los cineastas tienen libertad para tratar cualquier tema desde el punto de vista de la aceptación social, ha utilizado referencias históricas comparativas, y conviene en que existe una brecha generacional en esta cuestión: «En la nueva generación tenemos que enfrentarnos a problemas similares a lo que sufrió España hace 40 años. Un amigo mío cercano estrenó hace poco una película en Toronto, centrada en la homosexualidad, y la financió el Centro Nacional Cine. Ahora hay dos generaciones: de un lado, la más afín a la Iglesia Ortodoxa y, de otro, la gente más joven, que trata de mostrar que todos somos iguales. Por otra parte, estamos viendo ascenso de las ultraderechas por todo el mundo, incluida España».
Para el productor Lasha Khalvashi, ni el Gobierno georgiano ni la industria habrían impedido la producción de Da cven vicekvet. «Es un país libre, pero hay temas más delicados y en ese aspecto, creo que en el futuro vamos a estar mejor», ha dicho.
Como colofón, Fernando Lara ha resumido en dos notas la evolución del cine georgiano hasta el momento: «Toma una deriva al intimismo, sin perder la tragicomedia como rasgo propio del cine georgiano». Un rasgo presente en My grandmather, película prohibida en Georgia durante 50 años, y que ayudaba a los cineastas a expresarse en los tiempos soviéticos, cuando era necesario enmascarar en comedia el mensaje.