- El productor y director italiano presenta en la 65 edición de Seminci su tercer largometraje
28/10/2020.- Uberto Pasolini ha viajado hasta Valladolid para presentar su tercer largometraje, Nowhere Special, en esa faceta suya de realizador en la que apenas se prodiga. “Yo soy productor, no soy un verdadero director”, ha afirmado en su comparecencia ante la prensa el empresario que hay detrás de éxitos como Full Monty.
Pero a Pasolini de vez en cuando le impacta una historia real. Le ocurrió con Machan (2008) y con Nunca es demasiado tarde (2013), sus dos filmes anteriores. En este caso, y tal como ha explicado, leyó en un periódico la historia de un padre sin más familia que su hijo de cuatro años. La madre del niño los abandonó cuando era un bebé de dos meses, y el padre iba a dejar también a su hijo, pero por un motivo muy distinto: estaba desahuciado. Así que en sus últimos meses de vida se dedicó a buscarle una familia de adopción.
“Inmediatamente me pareció algo muy especial, y una oportunidad de hacer una película de una historia de amor un poco diferente: una que te deje con esperanza en la vida y en el amor. Me puse a buscar sobre asuntos de muerte y de adopción. Hablé con muchísima gente de ámbito del proceso de adopción, de intermediación… y luego me puse a escribir”, ha explicado.
El proceso ha sido idéntico al de sus dos películas anteriores: dejarse impresionar, investigar en el asunto y escribir un guion. Según ha explicado, esa historia es como un hijo: alguien a quien te cuesta dejar en otras manos. “Así que, al final, esas películas las dirijo yo”.
Un casting complicado
Para Nowhere Special la elección de los actores principales suponía todo un reto. En el papel de John, el padre, Pasolini tenía claro que quería a James Norton: “Es un actor inglés muy bueno que ha hecho muchísimo trabajo en televisión y en cine, y que tiene dos cualidades fantásticas. Una es la capacidad de comunicar muchísimo actuando muy poco. Yo quería una actuación muy sencilla, sin hablar, sin contar cosas todo el tiempo, sin discutir todo. Y la otra es una enorme generosidad, que en este caso dedicó a construir una verdadera amistad con nuestro joven Daniel Lamont, que tiene la edad de 4 años en el filme y es también la edad que tenía en la vida real cuando se rodó. Gracias a esa generosidad de James, entre ellos se desarrolló una verdadera amistad, un verdadero amor que se nota en la pantalla”.
En cuanto al personaje de Michael, el realizador y guionista puso a su directora de casting ante un verdadero desafío: elegir a un niño que no fuera actor, sin experiencia previa en rodajes. Tras ver a 100 niños e ir reduciendo progresivamente el grupo de los posibles, quedó Daniel, para cuya elección fue crucial la entrevista con sus padres. “Nosotros sabíamos que era muy importante que la familia se involucrara, porque a esa edad lo lógico es que te entusiasme un proyecto unos días, como en un juego, pero luego te canses”.
Una sorpresa mayúscula
Pero, para sorpresa del director, el jovencísimo Daniel apareció durante los 31 días el rodaje, sin faltar uno, pleno de energía y con una gran sonrisa en los labios. Y, para su mayor sorpresa aún, se transmutaba en Michael sin el más mínimo esfuerzo en cuanto comenzaba el momento del trabajo: “Yo había escrito un niño muy silencioso, observador, introspectivo… Y Daniel hizo ese personaje tal como yo lo había escrito. Todavía no sé cómo se llegó a eso, pero en la pantalla tenemos lo que yo imaginé haciendo el argumento”.
El realizador ha contado que pensó en los posibles problemas de rodar con un niño una vez escrito el guion, que había elaborado como si fuera a contar con dos actores adultos. Cuando se quitó el sombrero de guionista y se puso el de director, la realidad de lo que le esperaba se presentó en toda su crudeza. Preocupado, Pasolini aprovechó un encuentro en Berlín con Carla Simón para pedirle consejo, ya que dirigió Verano 1993, película en la que una niña de 6 años debe adaptarse a su nueva familia adoptiva. Ella le habló del making of de Ponnete, de Jacques Doillon, filme que logró la unánime alabanza para la actuación de la niña de 6 años que protagoniza el drama de perder a su madre; pero también le aconsejó que pusiera a una persona junto a la cámara para dar indicaciones a Daniel. Palabras, claro, que luego debían ser eliminadas en la sala de montaje.
Preparado ya para rodar todo el metraje necesario, y luego eliminar sonido, Uberto Pasolini descubrió al niño autorreversible, capaz de pasar en un segundo de la más explosiva alegría natural de Daniel Lamont a la introspección y seriedad de Michael sin más órdenes que la palabra “¡acción!”.
“Si os habéis fijado -le ha dicho a los presentes en la sala tras el primer pase de su filme en Seminci-, la mayoría de las escenas entre padre e hijo no están cortadas. No son planos y contraplanos montados, sino escenas en las que los dos están en el mismo espacio. Os juro que ni una vez tuve que decir al niño di esto o habla lo otro: lo que se ve es una verdadera relación entre ambos actores en tiempo real. Escenas de incluso minuto y medio, que son larguísimas para un niño de 4 años”.
Es magia, según el director, pero como toda magia tiene truco. Tal como ha relatado él mismo, James Norton hizo ese excelente trabajo previo con Daniel. No solo se convirtió en su gran amigo, sino que le explicó cuándo estaban jugando y cuándo estaban trabajando. “No hay montaje. Es un retrato de una historia de amor verdadera porque de verdad hay una historia de amor entre James y Daniel. Es como un milagro. James entendió desde la lectura del guion que la película solo iba a funcionar si la relación entre padre e hijo funcionaba, y se dedicó a desarrollar una amistad con el joven Daniel antes y durante el rodaje”. Un año después, ambos mantienen esa relación.
Estreno pendiente
La película no se ha estrenado aún ni tiene visos de hacerlo por el momento debido a la pandemia. Disfrutó de su lanzamiento mundial en Venecia, el pasado 10 de septiembre, y ahora llega a la Seminci, pero las salas comerciales tendrán que esperar: “Vamos a empezar a estrenarla cuando la gente tenga ganas de volver a salir, porque la conexión con el público en una sala de cine es insustituible”.