31/12/2020.- Una vida dedicada al cine. La expresión, vacía en ocasiones por exceso de utilización, cobra pleno sentido con nombres como el de Juan Mariné (31 de diciembre de 1920, Barcelona), Espiga de Oro de Honor en la 60ª edición de la Seminci. El director de fotografía apenas había cumplido los 14 años cuando, en su Barcelona natal, comenzó su andadura en el séptimo arte. Era 1934 y ya ejercía de meritorio y ayudante de cámara.
En 1947, ya en Madrid y con estudio fotográfico propio, inició su etapa como director de fotografía en innumerables títulos. De Antonio del Amo y Joselito (Saeta del ruiseñor, 1957) a José María Forqué (091, Policía al habla, 1960) o Pedro Lazaga (La ciudad no es para mí, 1966), el nombre de Juan Mariné aparece ligado a un período del cine español muy concreto donde los grandes éxitos de la taquilla llevaban títulos como Sor Citröen, El turismo es un gran invento o Abuelo Made in Spain.
Juan Mariné, buen amigo de Seminci, acudió un año antes de recibir la Espiga de Honor para asistir a la proyección de Memoria viva, el documental de Antonio García de Quirós que mostraba la historia de la CNT.
Al margen de su faceta como director de fotografía, Juan Mariné ha destacado por la infatigable tarea que se impuso de restaurar películas antiguas para la Filmoteca Nacional. Un trabajo que inició a mediados de los años ochenta con tecnología diseñada por él mismo y con el que dio nueva vida a docenas de largometrajes de las primeras décadas del siglo XX.
Cuando en el año 2001 recibía el premio honorífico Segundo de Chomón que le otorgaba la Academia de Cine, Mariné lo recogía recordando su afán en «recuperar al máximo nuestro patrimonio cinematográfico», una tarea, añadía, en la que aseguraba haber puesto «mi empeño y mi vida». Este premio venía a confirmar el agradecimiento de industria e instituciones a un hombre que ha consagrado la última parte de su vida profesional a velar por un legado cultural amenazado por el paso del tiempo.
El Premio Nacional de Cinematografía y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes también aparecen entre las distinciones que ha recibido Juan Mariné a lo largo de su extensísima carrera, en la que tuvo tiempo, por ejemplo, de desarrollar un sistema de rodaje que mejoraba de manera sustancial la calidad de las imágenes, y por el que recibió en 1974 el Premio de Investigación Juan de la Cierva.
Mariné, durante su visita a nuestro festival para recoger la Espiga de Honor, rememoró el arduo proceso de recuperación de La aldea maldita, que abrió la 31ª edición de la Seminci en 1986, y felicitó en una nota de humor al autor del cartel oficial de la 60 edición, obra de su hijo, Óscar Mariné: “No se puede decir tanto con tan poco”, rio.