El director chino Na Jiazuo presenta su película Gaey Wa’r en la sección Punto de Encuentro de la 66ª edición del Festival Internacional de Cine de Valladolid. La Seminci ha acogido hoy a este realizador pequinés con varios cortometrajes en su haber desde 2012. Su ópera prima en formato largometraje podrá verse en Valladolid el lunes 25, en la Sala Fundos, a las 11.30; y en el Teatro Zorrilla el sábado 30 de octubre, a las 22.00 horas.
¿Cómo llegó esta historia a sus manos?
En mi vida he conocido a personas que se parecen a los personajes de la película, de forma que ya desde el principio sentía por ellos una cercanía y una conexión naturales. A veces me digo a mí mismo que si nunca hubiera estudiado Bellas Artes, tal vez habría terminado como ellos. Pero después de estudiar esta disciplina, me di cuenta de que en el fondo de mi corazón todavía me parezco mucho a ellos.
La película propone, en voz de su narrador, reflexiones sobre distintos temas, como la falta de tiempo para sentir el dolor en vida o la apuesta por vivir solo con lo necesario. ¿Qué ha buscado transmitir con este trabajo?
Algunas de las líneas narrativas de la película describen un momento muy concreto: “Mis padres fueron al cine en su primera cita”, o “cuando tenía 18 años, ella me tatuó una golondrina en la mano”. Todas las narrativas son disecciones de nuestra experiencia y nuestras vidas están llenas de relatos variopintos. Un alto porcentaje de estos relatos se basan en cosas que oímos o suponemos sin verificarlas. Por ejemplo, si me encuentro con una persona en dos ocasiones separadas por una década, mis impresiones de esa persona construirán una representación mental de toda su biografía. Esto conduce a una visión muy fragmentada y sesgada de esa persona, aunque, por supuesto, esa visión unilateral también encierra algunos rasgos su carácter y de su vida. La esencia del relato ligeramente literario que ofrece la película tiene connotaciones filosóficas. Quería destilar un poco de ese pensamiento filosófico en la narración, insinuando la ausencia de sentido y un cierto nihilismo. Pero en realidad, la película es sobre todo un intento de comunicar el dolor sordo, invisible y sin propósito que nos invade cuando libramos algún tipo de lucha. Estoy seguro de que en todos los rincones del mundo existe este tipo de dolor y, sin embargo, todos seguimos luchando. Esto me parece fascinante porque, ya sea positiva o negativa, independientemente de que pierdas o salgas victorioso, la lucha en si misma constituye una especie de poder.
Todos los personajes de su largometraje están, de una u otra manera, al límite. ¿Tantas son las almas necesitadas de confort (a las que usted dedica su película)?
Como acabo de explicar con respecto a la pregunta anterior, creo que las personas son básicamente iguales en todo el mundo. La sociedad opera dentro de un marco establecido. Las distintas clases sociales sufren los problemas específicos de la clase a la que pertenecen. Pero, en tanto individuos, nuestras tribulaciones espirituales son parecidas. En cuanto al sufrimiento, el dolor y la impotencia, si dejamos de lado la intensidad de la experiencia de cada ser humano o su capacidad de soportar el dolor, las reacciones de emergencia de todos nosotros después de experimentar el sufrimiento son similares, al menos desde el punto de vista físico. La existencia es en parte material y en parte espiritual. Lo espiritual y lo material entran en conflicto, pero se refuerzan mutuamente. Estoy convencido de que todas las almas necesitan consuelo. Al mismo tiempo, espero que puedan recibir ese consuelo a lo largo de su vida.
Todos los personajes de su largometraje están, de una u otra manera, al límite. ¿Tantas son las almas necesitadas de confort (a las que usted dedica su película)?
En cuanto a la relación entre el protagonista y su padre, quería retratar la relación entre un hombre mayor y un chaval. Aunque se oponen una resistencia mutua, no pueden evitar ser muy parecidos. He sido testigo de muchas relaciones problemáticas que me recuerdan a esta y en las que hay un inevitable fatalismo. En medio de una frustración y una tristeza enormes, intentamos resistirnos a quienes en el fondo se parecen mucho a nosotros sin poder evitar, sin embargo, acabar confinados en el mismo tiempo y en el mismo espacio que ellos. La historia se repite y el tiempo pasa, y nos embargan sentimientos que unas veces son de humanidad y otras de desesperación.
Háblenos del trabajo de fotografía, la elección de los rincones urbanos y en la naturaleza…
Una cosa que recuerdo con mucha nitidez fue que un día estaba caminando por una calle y, de repente, a mi izquierda, sentí una especie de llamada. Cuando volví la cabeza para mirar, vi que se encendía una farola mientras caía la noche sobre la ciudad. La calle estaba envuelta en un ambiente vaporoso y había muy poca gente transitando por allí. Después de escuchar algunos saludos, observé que aquella calle recuperaba su aspecto indiferente mientras los vecinos retornaban a sus asuntos cotidianos. El asfalto estaba cubierto de charcos húmedos, pero yo no veía la lluvia, incluso cuando miraba a las farolas.
Únicamente la percibía porque la notaba en mi piel. Era una escena típica pero también muy solitaria. Aquella calle se convirtió en la calle donde se ubica el salón Phoenix Tattoos en la película. Para conseguir la iluminación que buscábamos y recuperar la atmósfera que había experimentado la primera vez que vi aquel lugar, cambiamos todas las lámparas y bombillas del callejón. Volvimos cuatro veces a esta localización para elegir los lugares exactos que queríamos filmar. Un día, subimos el monte. Todo él se envolvió en niebla, de forma que mientras ascendíamos, parecía como si estuviéramos caminando hacia una especie de mágico país de las maravillas. Pero al mismo tiempo, sentí que había sido atrapado por aquel país, preso en una hermosa ilusión. Con el tiempo, una vez que te acostumbras a ese tipo de belleza, ya no la sientes hermosa y vas experimentando el deseo de irte, como la gente que vive allí y la ve a diario.