El director de fotografía italiano Vittorio Storaro se ha ofrecido al Ministerio de Cultura español para tratar y preservar las siete películas en las que ha trabajado junto al cineasta Carlos Saura, al igual que está haciendo en Italia con los diez filmes realizados junto a Bernardo Bertolucci, labor que lleva a cabo de manera gratuita y que culminará el año que viene.
El proyecto, impulsado por el propio cineasta y fotógrafo, tiene como propósito garantizar la conservación de las obras con una tecnología que, según ha explicado, permite la preservación durante 500 años tanto de la imagen como del sonido de las películas. Storaro emprendió esta labor hace dos años y en 2022 tendrá terminadas las obras compartidas con Bertolucci, a quien antes de su fallecimiento prometió que usaría todas las nuevas tecnologías a su alcance para restaurar su filmografía conjunta.
«Siempre me he preocupado del mantenimiento de las películas para que pudieran seguir proyectándose y luciéndose. Lo hago gratuitamente porque eran las películas de los dos, también las mías, y hay que cuidarlas», ha defendido el italiano, quien ha ensalzado a Saura y a Bertolucci, «unas personas excepcionales de las que soy discípulo y que aman escribir con la cámara, lo que me deja absolutamente libre de escribir con la luz».
En este sentido, ha confesado que le encantaría que la luz alcanzara un lenguaje parecido al de la música, basada en un ritmo, al igual que sucede con la literatura. «La cámara y la luz deberían ser capaces de mantener este ritmo tan característico», ha deseado el último de los galardonados con la Espiga de Honor de la Seminci, de la que se le hará entrega mañana en el transcurso de la gala de clausura.
Storaro ha arrancado su intervención con una confesión: no le gusta la denominación ‘director de fotografía’. «El cine es como una orquesta compuesta por muchísimos solistas, pero dirigidos por una sola persona: el director. Nosotros somos todos coautores: de la fotografía, del montaje, del vestuario… Todos montamos una única obra, colaboramos todos, todos somos coautores. Por eso en una obra es imposible que haya dos directores», ha argumentado antes de añadir que la etiqueta de ‘fotografía’ olvida, en el caso del cine, el movimiento que da forma a la película.
ELEGIR PROYECTOS
Nacido en el seno de una familia modesta cercana al mundo del cine y formado siete años en el campo de la fotografía y cuatro en el del séptimo arte, el director ha afirmado que para él fue una suerte tener la oportunidad de rechazar algunos proyectos que le ofrecieron en Italia por entender que no iban a aportar nada a su crecimiento como artista y como persona.
«No podemos decir que sí a todas las películas o a todos los directores. Hay que evaluar cada propuesta en el plano moral, político… y tenemos que considerar qué nos aporta a cada uno y si se adapta a nuestras condiciones y a nuestra forma de ser, si de adecua a lo que somos», ha explicado antes de puntualizar que, precisamente por ello, sí ha aceptado subirse a determinados trenes para «aportar» algo suyo a los proyectos.
Es el caso, por ejemplo, de Bertolucci, con quien colaboró durante un cuarto de siglo hasta que el cineasta, tras el rodaje de El pequeño Buda, le pidió poner fin a su relación profesional ya que deseaba probarse a sí mismo, petición que Storaro aceptó aunque, ha confesado, la considera un error.