Por Javier Angulo.
Cuando en la tarde del domingo 28 de noviembre de 2021, Fernando Lara, apadrinado por Josefina Molina y Manuel Gutiérrez Aragón, tome posesión como miembro numerario de su plaza en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, estaré volando hacia Buenos Aires para asistir a una cita de trabajo irrenunciable. Siento dolor por fallarle a Fernando en una ocasión única pues sé lo mucho que para él significa este reconocimiento a su larga e intensa carrera dedicada al cine en todas sus vertientes.
El periodista Fernando Lara pertenece a una especie, ya casi en extinción, de críticos de cine, que renovaron las formas de analizar las películas, poniéndolas en contexto de espacio y tiempo y mostrando sus reflejos de otras artes. Personas que luego, o bien experimentaron tras la cámara o siguieron escribiendo y teorizando sobre el cine, sin hacer ascos a la docencia, a la gestión cultural y a la dirección de un festival. En su caso fue la Semana Internacional de Cine de Valladolid. En una aventura apasionante de 20 años, profesionalizó y asentó definitivamente el festival como cita indiscutible del mejor cine de autor en España, y al que colocó, además, en el mapa de los más respetados festivales de cine de Europa.
Cuando en 1995 me sumergí, por primera vez, en el cine español desde la dirección de la revista CINEMANÍA, Fernando Lara llevaba ya 11 años al frente de la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Un festival que yo conocía desde que era estudiante de periodismo en Pamplona, ciudad desde la que, en viajes nocturnos, atiborrado de café y tabaco, llegaba, con algunos compañeros a las primeras sesiones del festival, para empaparme de un cine distinto, de autor, ya entronizado en Valladolid .
Por allí andaba Fernando, que al igual que Méndez-Leite, o el propio Diego Galán, entre otros, eran ya reconocidos como críticos y teóricos del cine de autor con fuste y pedigrí. Tenía ya entonces Fernando una aureola de hombre serio y respetable, aunque con cierto aire distante, incluso impenetrable, que no hacia fácil el acercamiento a él. Le mirábamos con auténtico respeto como un “pope” del cine en España.
Muchos años después, desde la redacción de EL PAÍS seguí su trayectoria y envidié su pertenencia a publicaciones como Nuestro Cine, Triunfo o La Calle, en plena contestación a los últimos estertores de la dictadura franquista. Seguí su proximidad a mi querido Diego Galán, con quien escribió “!8 españoles de postguerra” y luego, por su cuenta, muy interesantes libros sobre el cine hecho a partir de mis admirados Mihura y Valle Inclán. Me pareció imponente su gestión al frente de la SEMINCI, al que llegó con los nuevos aires de libertad, cambio y modernización que trajo el PSOE.
A partir de 1995 en mi etapa al frente de la revista Cinemanía tuve la ocasión de tratarle un poco más y descubrí su activismo en favor de un nuevo modelo de cine en España, lo que le llevó en 2004 (en plena celebración del 50 aniversario del festival) a aceptar la dirección general del Instituto del Cine y de las Artes Audiovisuales de España (el ICAA) que le ofreció la entonces ministra de Cultura Carmen Calvo.
Su nombramiento fue recibido con aprobación y agrado unánime por la mayoría de los estamentos de nuestro cine. Llegaba al ministerio de Cultura alguien capaz de poner orden, sentido común y conocimiento de las carencias y oportunidades para el cine español que se abrían en aquel momento. Su meta era un modelo de cinematografía bien estructurada y fortalecida económicamente, al estilo del francés, tan admirado siempre. Un modelo como nunca antes había sido diseñado ni puesto en marcha en España y que quedó plasmado en la Ley del Cine de 2007.
En ello trabajó incansablemente y con rigor (una de sus virtudes más notables) durante su estancia al frente del ICAA. Desgraciadamente, el proyecto por el que tanto peleó Fernando no llegó a hacerse realidad en toda su extensión, especialmente en lo que hace a las ayudas económicas necesarias para hacer posible el plan. Ahora que vuelve a hablarse de una nueva intentona de poner en marcha ese deseado modelo de cine español, acorde con los tiempos y retos del siglo XXI, no estaría de más retomar el trabajo de Fernando y, desde luego, poner en valor la gran labor que hizo al frente del ICAA.
He coincidido luego con Fernando en festivales y en varios eventos relacionados con la promoción y profesionalización del cine español en los que su presencia daba sentido y solidez a lo que había que tratar. Yo mismo le invité a varios eventos cuando trabajé en el Festival de Málaga o en mi papel de director de TVMálaga. Y fue él la primera persona a la que pedí consejo cuando en 2008 me sondearon para ser director de SEMINCI. No recuerdo con exactitud lo que me comentó pero me animó a aceptar un reto “que merecía la pena”. Sí recuerdo que me pidió que “cuidara del equipo fijo en la SEMINCI”, la mejor herencia que dejó al festival.
La vida y el trabajo nos ha vuelto a reunir en los últimos 10 años en Valladolid, tras su paso por el ICAA, cuando recuperó su faceta de escritor, crítico y periodista de cine y como asesor de los distribuidores de cine independiente de España (ADICINE). Y en este tiempo, en que se ha convertido en colaborador fijo de SEMINCI, he aprendido a quererle y a respetarle aún más. Por ello en el 60 aniversario me produjo verdadero placer entregarle una Espiga de Oro de Honor por su gran contribución a lo que hoy es SEMINCI y al cine español.
Invitado de honor y jurado en los mas importantes festivales del mundo, Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, no ha dejado de escribir en revistas y periódicos como Fotogramas, Caimán (Cuadernos de cine) la Cartelera Turia o El Norte de Castilla.
El reconocimiento a Fernando Lara al acogerle como miembro de número de la Academia de Bellas Artes, de San Fernando en la Sección Nuevas Artes de la Imagen, (como parte de “el compromiso por la defensa del cine como patrimonio cultural”, dice la nota del nombramiento) remata la trayectoria de un apasionado del cine, de una persona discreta, seria, trabajadora y sin afán de protagonismos fatuos.
Estoy convencido que, al igual que ha hecho en la Academia de Cine de España (donde es muy activo y donde logró poner en marcha un proyecto de Cine y Educación), su presencia y su dedicación en la Academia de Bellas Artes va a suponer para esta institución una inestimable aportación de energía, pasión y experiencia en lo que al cine y a las artes, en general, se refiere.
Javier Angulo. Periodista y director de la Semana Internacional de cine de Valladolid (SEMINCI)