La 67 Seminci ha presenta el libro A viva voz. Juan Antonio Bardem, de la A a la Z, con una mesa redonda y un coloquio en los que han intervenido familiares, amigos y profesionales que trabajaron junto al realizador
La historia del cine español se escribe con B. El centenario del nacimiento de Luis Buñuel, el cineasta patrio más reconocido en el mundo —con permiso de Pedro Almodóvar—, coincidió con el cambio de siglo. El año pasado fue el turno de Luis García Berlanga, otro grande entre los grandes y, en 2022, la efeméride le ha correspondido a Juan Antonio Bardem, al que la 67 Semana homenajea con un ciclo acompañado del ensayo A viva voz. Juan Antonio Bardem, de la A a la Z, que se ha presentado esta tarde en una mesa redonda en la Sala Miguel Delibes del Teatro Calderón moderada por el ex director de la Seminci Fernando Lara, que ha celebrado la existencia de este aniversario, «al que otros festivales no le han concedido un margen», y a la que han asistido sus autores, María Bardem —hija del realizador—, Jorge Castillejo y Diego Sabanés, acompañados del presidente de la Academia de Cine, Fernando Méndez-Leite, y el editor de las publicaciones del festival, César Combarros. También han estado presentes, además de su viuda, María Aguado, su hijo Juan Bardem y su sobrino Carlos Bardem, que han participado después en un coloquio en el Teatro Zorrilla junto a Manuel Ángel Egea —actor en 7 días de enero (1979)—, María José Alfonso —actriz en La huella del crimen: Jarabo (1985)—, Luciano Egido —narrador y ensayista responsable de la primera monografía sobre el director: Bardem (1958)—, José Nieto —compositor de la banda sonora de El puente (1977)— y Guillermo Maldonado —montador de 7 días de enero— como prólogo a la proyección del documental de RTVE Imprescindibles: Juan Antonio Bardem, vitalista militante.
«Juan Antonio Bardem es una personalidad única dentro del cine español», ha defendido Fernando Méndez-Leite, que ha señalado las dos obras maestras del realizador, Muerte de un ciclista (1955) y Calle Mayor (1956), como «fundamentales» en su trayectoria vital. «Abordaba con valentía y con una capacidad creativa y expresiva extraordinaria problemas de la realidad social y política que nos llamaban muchísimo la atención», ha explicado el presidente de la Academia de Cine, que también ha señalado como verdadero punto diferencial de las películas de Bardem respecto a las que poblaban las pantallas españolas en esos años —un cine que el homenajeado definió como «políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico» durante las Conversaciones de Salamanca, en 1955— esa «mirada crítica» fruto del compromiso político de Bardem, militante del PCE, que le reportó numerosos problemas con la censura.
Los autores del libro se han mostrado satisfechos de la materialización de un homenaje que llevaban tiempo planeando. «Estoy feliz de que este sueño se haya cumplido», ha reconocido María Bardem, que ha detallado cómo su idea original era rendir tributo a su padre con un documental sobre el rodaje de 7 días de enero que, fruto de los avatares de la vida, ha desembocado en este ensayo, para el que se han documentado con el cuantioso material acumulado en los depósitos de las filmotecas de ocho países, así como de los archivos personales del propio director, como sus diarios, escritos en inglés «para que no los leyese quien no debía leerlos», según ha confesado su hija. «No parábamos de encontrar cosas, y cosas muy valiosas», ha explicado el guionista y realizador Diego Sabanés, para quien el material recopilado permite entender «la evolución de la sociedad española, los gustos del público y el propio lenguaje», así como la faceta de Bardem como «cineasta, político y padre», según ha apuntado el investigador Jorge Castillejo.
«Es un acto de justicia que la Seminci haya reivindicado su legado», ha manifestado el periodista y editor de las publicaciones del festival, César Combarros, que también ha hecho un repaso de las veces que el director acudió a Valladolid, como cuando recibió la Espiga de Honor en 1987, y de su faceta más allá de la dirección, como uno de los integrantes de la productora Uninci, responsable de una película mítica como es Viridiana (Luis Buñuel, 1961).
Los participantes han departido sobre la figura de Bardem y sus coetáneos, una generación «impresionantemente fértil e increíblemente tenaz», según ha descrito Sabanés para referirse a los cineastas que iniciaron sus carreras en las décadas de los cincuenta y los sesenta, siempre bajo la amenaza de la censura. Autores como Berlanga, Carlos Saura, Miguel Picazo, Julio Diamante, Mario Camus, Manuel Summers y Basilio Martín Patino, entre otros, en cuyo cine «estaba la historia de España, la historia del franquismo», según ha expresado Fernando Lara para referirse a realizadores cuyo interés estaba en la «realidad» y que, han lamentado, no se conozcan entre los jóvenes. «En las películas de Bardem encontramos situaciones y temáticas que son completamente actuales», ha expuesto Castillejo casi al término de un acto que ha acabado con la viuda del cineasta entre lágrimas y agradecida por el homenaje. «A veces se sentía muy solo, le costó muchísimo salir adelante», ha contado Aguado, quien ha deseado que su esposo hubiese visto «desde arriba» el cariño y la entrega de un público que le mostró su cariño con un sonoro aplauso.
«Juan Antonio Bardem fue un artista frustrado, un hombre fracasado»
Tras la mesa redonda, el coloquio se trasladó al Teatro Zorrilla, donde, antes de la proyección del documental de RTVE Imprescindibles: Juan Antonio Bardem, vitalista militante, familiares y profesionales que habían trabajado con Bardem pusieron en común sus impresiones, entre las que destacó la del autor de su primera monografía, Luciano G. Egido, novelista, ensayista, crítico, ayudante de dirección y amigo del realizador, que, a sus 94 años y haciendo gala de una memoria envidiable que despertó los aplausos del público, repasó su trayectoria haciendo hincapié tanto en el análisis de las que considera como sus obras maestras como en las experiencias frustradas que tuvo a raíz de sus encontronazos con la censura.
«Fue la voz crítica del cine español de aquel tiempo. Él era del PCE y fue fiel a sus ideas, lo que le supuso la gran tragedia de su vida», ha recordado Egido, para quien el cineasta y amigo «sacrificó su trayectoria profesional por sus creencias ideológicas», lo que, a su modo de ver, repercutió en una serie de películas «lamentables» entre mediados de los sesenta y los setenta. «Fue un artista frustrado, un hombre fracasado», ha expresado el ensayista en relación con los intentos de Bardem de levantar películas que no se materializaron por el freno de las instituciones.
Egido ha alabado tres de sus filmes, que considera dignos de resaltar en la historia del cine y de los que ha alabado la juventud de Bardem en el momento de afrontarlos, cuando contaba con poco más de treinta años. «Cómicos (1954) era un prodigio de técnica y se basaba, sobre todo, en el valor expresivo del primer plano», ha detallado el también novelista, que ha valorado la «sensibilidad y ternura» que destilan unas imágenes inspiradas en la infancia y familia del realizador, una compañía «que siempre estuvo condenada a ser como la protagonista de su película: alguien de segunda fila». Respecto a Muerte de un ciclista (1955), Egido ha destacado «el montaje por contraste» que empleó para evidenciar el abismo que separaba «la gran burguesía madrileña y la gente de los barrios humildes», mientras que de Calle Mayor (1956), «un exceso de sensibilidad» sobre ha puesto énfasis en el tratamiento de su protagonista, Betsy Blair. «Juan Antonio Bardem se acabó aquí», ha sentenciado Egido, que ha concluido su intervención relatando cómo su siguiente película, concebida inicialmente como Los segadores y que terminó estrenándose como La venganza (1958), fue masacrada por la censura y por las imposiciones de la distribuidora, lo que supuso el comienzo del declive de un cineasta cuyo compromiso político se retomaría en Nunca pasa nada (1963) —que muchos de los participantes consideraron como su obra preferida— y, ya muerto Franco, en obras como El puente (1977) y Siete días de enero (1979), películas para Egido «interesantes, pero que ya no tuvieron la calidad de las de antes».