Manuel Martín Cuenca presenta en Sección Oficial ‘El amor de Andrea’, su película más naturalista, mientras que Paula Ortiz indaga en la faceta más personal de Teresa de Jesús en ‘Teresa’
‘Muyeres’, una exploración de la tradición asturiana con Raül Refree, llega a Punto de Encuentro
La veterana Claire Simon desembarca en Tiempo de Historia junto a Tania Gilbert y Virginia García del Pino
Mayoría de historias femeninas en la tercera jornada de la Seminci delante y detrás de la cámara y en varias secciones, con nombres consagrados que acompañan a nuevas voces del panorama internacional.
«El cine de escuadra y cartabón a mí no me interesa». Así de tajante se ha mostrado Manuel Martín Cuenca durante la presentación de su última película, El amor de Andrea, en un Salón de los Espejos abarrotado de medios y espectadores. El cineasta firma, esta vez junto a Lola Mayo en el guion, una nueva obra sobre afectos y desafectos familiares que supone un punto de inflexión en su filmografía, una película de esencia naturalista, despojada de todo ornamento, mucho más luminosa que sus anteriores trabajos y localizada en la Bahía de Cádiz sobre una niña que intenta recuperar la relación con un padre ausente. «Hay algo fundamental en los jóvenes que tiene que ver con el afecto, con la búsqueda de afecto», ha incidido Martín Cuenca, que aboga por huir del costumbrismo y del drama más seco para acompañar la historia de «vida», «sonrisas» y «ganas de vivir».
Acompañado de parte del equipo de la película, el autor de obras como La hija (2021) y Caníbal (2013) ha ubicado el germen de la historia en una conversación con Lola Mayo hace más de una década que, durante la pandemia, comenzó a tomar cuerpo. «Comparto con Manuel esa preocupación por lo que es la familia y los niños», ha señalado Mayo, que ha aclarado que lo que buscaban con este filme era representar a los niños «de una forma horizontal: no como futuros ciudadanos, sino como actuales personas». En esa línea, la búsqueda de jóvenes actores para encarnar a los protagonistas se alargó durante un año hasta hallar a Lupe Mateo, quien da vida a Andrea. «El cine es muy físico, está hecho de piel», ha expuesto Martín Cuenca para concluir que su interés no pasa por el actor ni la actriz, sino por «las personas que hay detrás».
Guillermo Galván, integrante del grupo Vetusta Morla, que ha compuesto la banda sonora de la película, ha desgranado los pormenores de un proceso que comenzó con el tema que aparece durante los créditos finales y que sirvió como base para levantar el resto de la música que aparece en el filme, enmarcada en el género de la habanera y siempre concebida «desde la mirada de la protagonista», según ha precisado.
Blanca Portillo: «Detrás de la santa, está Teresa, una mujer llena de dudas»
Alejada de cualquier tentación historicista, Teresa, la última película de Paula Ortiz, que se estrena esta tarde fuera de concurso en la Sección Oficial, se confirma como una de las versiones más libres sobre Teresa de Jesús (interpretada aquí por Blanca Portillo), una historia basada en la pieza teatral La lengua en pedazos, de Juan Mayorga, que indaga en su faceta como mujer y mística y en la profundidad de sus convicciones frente a un inquisidor (Asier Etxeandía) del que depende su futuro.
«Para mí, el cine es el lugar en el que experimentar con todos los lenguajes», ha analizado Ortiz durante la presentación del filme ante los medios en el Salón de los Espejos, donde se ha referido a santa como un personaje con una «potencia inabarcable» y «susceptible de volver a ser leído bajo cualquier agenda cultural o política». Teresa lleva a la pantalla algunos de los escritos de la literata a través de imágenes de gran fuerza visual que «dan forma a todo lo que ella dice». «Es la forma que me parecía más lógica, precisa y coherente», ha resaltado la responsable de La novia (2015) en relación a la apuesta formal que lleva a cabo en esta película, con secuencias oníricas que escapan «de las cadenas de lo realista» para apostar por otros senderos.
Su protagonista, Blanca Portillo, Espiga de Honor de esta Seminci, ha incidido en la figura de Teresa de Jesús más allá de las connotaciones religiosas. «Detrás de esa santa, está Teresa, que es una mujer tremendamente valiente, llena de dudas», ha reflexionado la actriz, que ha destacado lo «gozoso» del viaje emocional transitado para dar vida a un icono de la historia española al que también han dado vida actrices como Concha Velasco y Paz Vega. «Teresa abrió cosas dentro de mí que sigo manteniendo, esa capacidad de mirarse hacia dentro y no tener piedad consigo misma», ha manifestado la intérprete sobre un proceso interpretativo que su compañero de escena, Asier Etxteandía, ha definido como «una meditación». «Teresa es de todos, la duda es de todos y la búsqueda de lo sublime es de todos», ha sentenciado el actor, que ha alabado el talento de Portillo para encarnarla, a quien le une una relación profesional y personal desde hace varios años. «Es una de las personas que más me han hecho crecer», ha concluido.
Como un fruto maduro que cae por su propio peso, y a partir de una sugerencia de Raül Refree, Muyeres, de Marta Lallana, comenzó a tomar forma años antes de que fuera, en realidad, un proyecto. A la vez que el también músico y productor hacía la banda sonora de Ojos negros (largometraje que Lallana codirigía con Ivet Castelo), inició una colaboración con el músico asturiano Rodrigo Cuevas para Manual de cortejo, una investigación en la cultura asturiana en toda regla disfrazada de disco.
«Pues yo creo que aquí podría haber una peli; te encantaría el tema», le dejó caer Refree a Lallana. El final de la historia es el filme que la realizadora ha presentado en la 68 Semana Internacional de Cine de Valladolid, centrado en ellas, en las mujeres asturianas, y que compite en Punto de Encuentro desde su narrativa de no ficción.
Por el camino, nueva investigación, esta vez de la propia realizadora, que empezó por ver multitud de vídeos grabados sobre mujeres para un programa de la RTPA (Radiotelevisión del Principado de Asturias) y, con ayuda de etnógrafo responsable del programa logró contactar, puerta a puerta, con algunas de las mujeres protagonistas.
«Otra ya habían muerto, estaban muy mayores o en otros domicilios. Me decía que tenía que haber ido diez años antes», ha explicado Marta Lallana. Esa sensación de tristeza de su primer viaje, el primero de muchos durante un año, es la principal responsable de que el filme sea en blanco y negro.
Pero no todo serían penas. De la naturalidad y humildad de sus mujeres, «que pensaban que ellas no tenían nada de especial como para ser protagonistas de un filme», la realizadora aprendió paciencia y el valor de la superación sin estridencias. «Son mujeres que han tenido muy vidas muy dirás; y, sin embargo, están llenas de luz».
Claire Simon, Tana Gilbert y Virginia García del Pino en Tiempo de Historia
La unidad de ginecología de un hospital francés le ha permitido a Claire Simon contar «todas las etapas de la vida de la mujer» en Notre corps (Our Body), uno de los doce títulos que compiten en la sección Tiempo de Historia. La realizadora ha compuesto un todo con la suma de casos y distintas protagonistas: «No quería centrarme en una paciente, sino en muchas, como si formaran una mujer única», ha detallado en su paso por la Semana Internacional de Cine de Valladolid. El aborto, el nacimiento, la contracepción, la endometriosis o la reproducción asistida son asuntos que aborda en su trabajo. «Es importante contarlo; podemos leer libros, pero cuando vemos una cesárea, un nacimiento, una transición de género, empezamos a comprender las cosas de otra manera», ha señalado la autora.
Cuando Simon llevaba tres cuartas partes del documental ya filmadas, fue diagnosticada de un cáncer y se convirtió en un caso más en esa inmersión en todo lo que tiene que ver con el cuerpo femenino. Ante el reparo de los médicos a la hora de permitirle entrar en la consulta cuando una paciente iba a conocer un diagnóstico, con el fin de evitar escenas demasiado duras e íntimas, decidió que ella misma protagonizaría ese momento. «Porque me gusta muchísimo hacer películas, prefiero hacer películas que estar enferma», ha señalado.
El documental invita a ver la realidad femenina desde una perspectiva diferente y en toda su complejidad: «Parece que solo hablamos del cuerpo de la mujer desde la sexualidad y eso es hacer el juego al patriarcado», ha argumentado la también directora de Les Bureaux de Dieu.
«El documental es la forma más libre de hacer cine». Así, directa, se muestra la jovencísima Tana Gilbert al hablar de su última película, Malqueridas, que llega a Tiempo de Historia tras alzarse con el premio principal de la Semana de la Crítica de Venecia. Una película sobre afectos y maternidades rodada dentro de una cárcel para mujeres de Chile con más de 1.000 vídeos y 4.000 imágenes registradas por las propias reclusas sin autorización de las autoridades penitenciarias.
Más de un año tardó Gilbert en montar la película, en dar forma a esos fotogramas en los que conviven violencias y emociones de unas madres que, como cita Gilbert, «cumplen una triple condena»: la carcelaria; la social, con el estigma que implica para una mujer estar encerrada, y la personal, cuando se ven alejadas de sus hijos.
La realizadora chilena ha hilado una historia sobre «las distintas expresiones que tiene el cuidar» y sobre maternidades —no tanto biológicas, que también, como emocionales— que se entrelazan dentro y fuera de los muros del presidio. Toda una imagen colectiva en la que Gilbert quiere seguir incidiendo en sus próximos trabajos, según ha revelado.
La sección Tiempo de Historia ha recibido también este lunes el estreno mundial de La estafa del amor, de Virginia García del Pino, película surgida del caso real conocido en 2018 de uno de tantos estafadores del amor, distinto en cuanto a que este «daba la cara y concedía entrevistas». Llegó incluso a empezar a rodar el documental sobre ese personaje con un guion al uso. «A la tercera semana me cansé», ha confesado la directora para explicar el cambio de rumbo de un trabajo ya en marcha.
A raíz de una invitación de la Cineteca de Madrid para impartir un taller, Virginia García del Pino propuso «una especie de congreso sobre el amor». Entre los numerosos asistentes, realizó una selección representativa de distintos perfiles de edad, género, profesiones… y comenzó un rodaje en el que pudo comprobar directamente la reacción del público en vivo, también con música en directo, «todo muy divertido». Los distintos testimonios personales se intercalan en la película con aportaciones más académicas de un filósofo, un antropólogo, un sociólogo o una escritora en torno al amor romántico.
El resultado cuestiona esa idealización del sentimiento amoroso y mitos como el de la media naranja, al tiempo que lanza el mensaje de que «no hace falta matar, morir ni sufrir tanto por amor», sino simplemente disfrutarlo, ha concluido la realizadora catalana.