Pese a su título, Arsenie. An Amazing Afterlife, el director Alexandru Solomon no ha querido hacer una película sobre el monje ortodoxo Arsenie Boca, sino sobre el creciente «fervor religioso» no solo en su país, Rumanía, también «en el resto del mundo».
Tampoco ha pretendido hacer un documental sobre la figura que ha desatado esa corriente de religiosidad, sino «una reconstrucción libre» del fenómeno, que se puede ver en la sección Tiempo de Historia.
El realizador acudió a uno de los peregrinajes que todavía suscita el místico fallecido en 1989 y se embarcó en un proceso creativo al que dedicó tres años, él solo con la cámara, pero el resultado le pareció «superficial».
Entonces convocó un casting para recrear esas peregrinaciones y formó un reparto de personas interesadas en Arsenie e imbuidas de su misticismo. Refleja de este modo la búsqueda de asideros, desatada después de la pandemia, de gentes que «no confían en la democracia ni en la ciencia» y encuentran en Arsenie «una esperanza».