Es probable que Juan José Millás sea uno de los novelistas más complicados para adaptar. Requiere mucha pericia trasladar su universo, en el que realidad e imaginación se superponen en múltiples capas, a la gran pantalla. Un reto del que salen airosos Antonio Méndez Esparza y Clara Roquet en Que nadie duerma, a competición en la Sección Oficial de la 68 Seminci y que han presentado esta mañana en un encuentro con los medios junto a los productores de la película, Miguel Morales y Pedro Hernández Santos, y sus protagonistas, Malena Alterio y Aitana Sánchez-Gijón.
«Teníamos que eliminar una parte de la novela y crear otra muy distinta», ha explicado Méndez Esparza, su director, sobre la transición entre libro y filme. Roquet, coguionista, se ha sumado a la afirmación para incidir en la dificultad de trasladar a imágenes el mundo interior de Lucía, una programadora informática que, tras ser despedida, se mete a taxista.
Malena Alterio da vida a esta mujer que se refugia en sus propias ficciones en un papel que marca un punto de inflexión en su carrera y que Roquet ha descrito como una versión femenina de los protagonistas de Joker (Todd Philips, 2019) y Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976).
«A Lucía la fui construyendo a medida que hacíamos la película», ha explicado Alterio, quien ha agradecido a Méndez-Esparza el «regalo» de pensar en ella para el personaje y su forma de rodar, en la que son habituales la improvisación y el azar durante la grabación.
«A la hora de crear, estamos demasiado acotados, conducidos, con ideas predeterminadas», ha planteado la actriz, una inercia que ha contrapuesto al trabajo colectivo y diario de la película, en la que el guion era casi una «guía».
Aitana Sánchez-Gijón se ha pronunciado en parecidos términos y ha definido su trabajo en la película como «un juego muy feliz» y «un laboratorio» en el que, de todo lo rodado, no sabía qué iba a quedar.