- El cineasta Santiago Maza recuerda que a las cifras de asesinatos en su país se suman la muerte laboral y espiritual a las que se ven abocados los reporteros
Encontrar su aportación para que el mundo conozca la situación en la que viven y trabajan los periodistas en México fue su motivación para “abrazar” el proyecto. Santiago Maza, director de Estado de silencio, producido por Diego Luna, ha confesado que lo hizo suyo “muy rápido” y que buscó conectar con la parte emocional de los reporteros que aparecen en el largometraje para tratar de poner fin a la normalización de la violencia que se vive en su país.
Allí, cada 16 horas se registra una agresión contra un periodista, cifra que habla del “nivel de putrefacción” existente. Esta realidad, según ha explicado en un coloquio junto al escritor Ray Loriga celebrado en el marco de la iniciativa ‘Pensar el cine en Seminci’, promovida junto a la Universidad de Valladolid, tiene efectos sobre la salud mental de los profesionales de los medios, víctimas de amenazas, agresiones y asesinatos, pero también sobre la calidad del tejido mediático, porque, aunque las empresas y proyectos no dejen de existir, la información termina estando “hueca”.
Según Reporteros sin Fronteras, al menos 37 periodistas fueron asesinados en el país durante el mandato de Andrés Manuel López Obrador. A ellos se suman otras dos muertes en vida: la laboral, es decir, la de los reporteros desplazados internos (no visibilizados) que tienen que dejarlo todo atrás para comenzar una nueva vida en otro punto del país, lo que supone dejar atrás entornos y fuentes esenciales para su labor, y la muerte espiritual, ya que estos mecanismos de protección carecen de la humanidad necesaria y no permiten, por ejemplo, llevarse a las mascotas.
Todo ello acarrea un “desgarro emocional durísimo” en un contexto que, para Ray Loriga, es “doblemente horrible”: por una parte, denuncian las amenazas y agresiones que sufren y por otra, se ven abocados a una triste precariedad vital. “Mueren para dar voz a otros que están muriendo en una guerra no manifiesta pero existente”, ha subrayado.
El nivel de soledad que los periodistas viven se traduce en precariedad y pluriempleo, a lo que se suma un tercer elemento: cuando llegan las amenazas y la violencia, quien te puede ayudar, es decir, el Estado, responsable de velar por la seguridad de los ciudadanos, es también fuente de violencia.
Escuchar los relatos de los periodistas entrevistados en Estado de silencio conduce a una sencilla pregunta: ¿por qué? ¿Por qué siguen ejerciendo una profesión que puede causarles esos niveles de dolor y desarraigo, que les puede conducir a la muerte? “Quienes lo hacen, lo hacen con una convicción profunda: saber que lo que hacen importa y vale la pena”. Quizá por ello, el cineasta desea que su trabajo sea conocido, que el mundo sea consciente de esa realidad. Que se le pueda poner fin.