Castilla, 1995. Víctor tiene diez años y le encanta el folclore popular. Ya sabe lo que significa que lo que más te gusta en el mundo (bailar) es lo que más daño te hace. Su madre trabaja sin descanso y además cuida día y noche de un padrastro postrado en cama pero con la lengua muy viva, afilada e hiriente cada vez que Víctor asoma por la puerta. Cuando baila, Víctor se transforma, ríe, sueña, se evade de la realidad que tiene en casa. Lo que nunca pudo imaginar es que esa misma violencia que recibía sería su propia salvación.