La actriz recibe una Espiga de Honor que reconoce un trabajo icónico para los grandes cineastas españoles.
Nacer con el apellido Molina quizás predisponía a Ángela a dirigir su carrera de la forma en lo que lo hizo. Aunque únicamente el apellido no consigue todo lo que ha logrado en su carrera. La actriz recibirá la Espiga de Honor de la Seminci como reconocimiento a una trayectoria que se extiende ya cerca de cuatro décadas y con la que puede presumir de haber trabajado con los más grandes directores de nuestro país. No sólo eso. En este tiempo también ha dejado muestras de su talento y de su carácter interpretativo en países como Francia o Italia, donde consiguió el David de Donatello, el más importante premio de su cine, en 1986.
Varios años antes, cuando aún no había cumplido los 20, debutaba en el cine en un momento donde el cine comercial y del destape vivía un momento de tremendo auge. Ella, sin embargo, optó por otra vía y enfocó su carrera a títulos y a directores que dirigían su discurso a un grado de compromiso más acusado, historias con un trasfondo social y político más maduras y de mayor calado.
Sería complicado señalar sólo unos largometrajes, del centenar en el que ha intervenido la actriz, que sirvieran para poner en perspectiva su trabajo. Esa primera época es la de Las largas vacaciones del 36, de Jaime Camino, o Camada negra, de Manuel Gutiérrez Aragón, con quien rodaría más tarde Demonios en el jardín o La mitad del cielo. Con Luis Buñuel protagonizó Ese oscuro objeto del deseo, otro título clave que le abrió aún más puertas en el extranjero para cineastas como Marco Bellochio o Paul Leduc.
En su filmografía, esa que premia la Seminci en su edición de 2012, también aparecen colaboraciones con Josefina Molina (Esquilache), Jaime Chávarri (Las cosas del querer), Pedro Almodóvar (Carne trémula o Los abrazos rotos) o Giuseppe Tornatore (La desconocida).
Blancanieves, revisión en clave muda y torera del clásico de la literatura que ha dirigido Pablo Berger, es de momento el último título en el que Ángela Molina ha dejado su impronta, esa que no da tan solo el apellido.