Juan Diego

Una vieja broma a costa del cine en 3D consiste en decir que, en su búsqueda por dotar de realismo las imágenes en la pantalla, las nuevas tecnologías terminarán por inventar el teatro. Y es que no existe nada como nacer en las tablas, ni perder jamás el contacto con ellas, para conservar la verosimilitud delante de una cámara. Eso lo sabe bien el sevillano Juan Diego (1942), que este año recoge una Espiga de Honor a su carrera en la 60ª edición de la Seminci.

Desde joven ya sobre los escenarios, pues, se estrena con un papel importante en una representación de la obra de Beckett Esperando a Godot en 1966; el mismo año que Eloy de la Iglesia debuta con Fantasía…3 y le otorga el rol principal en uno de los cuentos que adapta, Los tres pelos de oro del Diablo, de los Hermanos Grimm. Dos años después llegó a representar Don Juan Tenorio para el programa de televisión Estudio 1.

Su porte de galán le facilita encarnar a jóvenes bien pintados, como en Primavera en la plaza de París, y alterna roles principales y secundarios con desenvoltura, a partir de textos de Valle-Inclán (Los cuernos de Don Friolera), Buero Vallejo (La detonación, Llegada de los dioses), Alberti (Noche de guerra en el museo del Prado) o Sófocles (Orestes, versión de Áyax). En cine, consiguió un papelito junto a Marcello Mastroianni en El demonio de los celos, de Ettore Scola; y cimenta su presencia en Los santos inocentes, la adaptación de la novela de Delibes firmada por Mario Camus, donde Juan Diego interpretó al brutal señorito Iván.

El séptimo arte aún le relega en personajes de apoyo, como en Los paraísos perdidos de Basilio Martín Patino; o El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez, hasta que Dragón Rapide, en la que interpretó al dictador Francisco Franco, le otorga su primer rol principal y, de paso, su primera candidatura a los Goya. Conoció a Carlos Saura y firmaron La noche oscura, su segunda nominación, y después interpretó a Alvar Núñez ‘Cabeza de Vaca’ para Nicolás Echevarría. No fue hasta El rey pasmado, de Imanol Uribe, cuando se alzó con su primera estatuilla al mejor actor de reparto. Continuaría trabajando en esta línea para Bigas Luna (Jamón, jamón), Manuel Gómez Pereira (Entre las piernas) y Berlanga (París-Tombuctú), cuya colaboración se saldaría con el segundo premio Goya para el actor.

Con la llegada del nuevo milenio, Juan Diego demostró que era capaz de ponerse tanto a disposición de manos talentosas como de cineastas debutantes. Trabaja para Garci (You’re the one), vuelve a Saura (El séptimo día) e interviene en las óperas primas de directores como Roger Gual (Smoking Room) y Pablo Berger (Torremolinos 73). Salvo la de Gual, todas ellas le revierten en nuevas nominaciones para el Goya, que consigue en 2006 al mejor actor con Vete de mí. En este nuevo milenio también destacan sus papeles televisivos en Padre Coraje y Los hombres de Paco, y papeles de importancia para Arturo Ripstein (La virgen de la lujuria), Antonio Banderas (El camino de los ingleses), Max Lemcke (Casual Day) o José Luis Cuerda (Todo es silencio). Con 23-F: la película, recibe la última nominación hasta la fecha, por su interpretación del militar golpista Alfonso Armada.

Juan Diego ha visitado la Seminci en varias ocasiones, y ha otorgado a sus amigos Carlos Saura y Antonio Banderas respectivas Espigas de Honor. Este año, finalmente, ha llegado su momento, y en la 60ª edición recogerá el galardón que el Festival Internacional de Cine de Valladolid le concede como homenaje a sus interpretaciones en cine, televisión y teatro.