2020 – Nº 8

Y VAN SESENTA Y CINCO

Por fin, hoy puede decirse que la Semana Internacional de Cine de Valladolid ha supe- rado su edición más complicada en muchos años. Después de meses de trabajo e incer- tidumbre ante los contratiempos que pudiese ocasionar la pandemia del coronavirus, la situación dio un nuevo vuelco en la misma víspera de la inauguración. La orden del toque de queda nocturno obligó a una reorganización acelerada para cumplir con los horarios establecidos y que los espectadores pudieran estar de regreso en casa a las diez de la noche. El puzle de salas y películas volvió a armarse para esquivar otro escollo más.

Pero el cine de autor ha podido iluminar las salas que han sufrido el apagón de este 2020, después de meses cerradas y, en el mejor de los casos, una tímida vuelta a la actividad. La Seminci ya había superado dificultades mayores. La historia del festival está plagada de ellas, con su momento más crítico en 1978, cuando estuvo al borde de la desaparición tras perder el amparo del extinto Ministerio de Información y Turismo.

La edición de la pandemia tenía que ser necesariamente distinta. Lo peor, que no haya podido repetirse la escena de las salas llenas, a causa de la limitación de aforos. Lo mejor, la comprensión de los espectadores y el reencuentro con el cine independiente que hoy se verá reflejado en el palmarés. Y haber podido cumplir (y celebrar, entre tanto condi- cionante en contra) 65 ediciones del festival.