Beryl, que tiene 59 años y trabaja de operaria en una fábrica, está completamente obsesionada con el dibujo: su fijación impregna absolutamente el hogar familiar. Aparte de su esposo Ivor, que es su modelo y musa, toda la familia tiene alguna conducta adictiva: su hijo, Colin, es un fanático de la técnica y su hermana, Beverly, es una taxidermista de un narcisismo exacerbado. La obsesión está en el ADN de la familia.