Jean-Luc Godard es el cine, su quintaesencia. Ha realizado más de 140 películas. Lo odiamos tanto como lo adoramos. ¿De dónde proviene viene su aura? De sus películas legendarias, por supuesto, pero también del propio Godard. Él es una figura pública y un hombre rodeado de misterio. Lo es todo y su contrario, y ha tomado todos los caminos posibles. No es fácil abarcar a un monstruo tan sagrado y enigmático. El itinerario de Godard sigue un único rumbo: la renovación constante de su arte. Considera el acto creativo como un acto necesario de crítica y deconstrucción. «Siempre parto de lo negativo. Soy un hombre positivo que parte de lo negativo». El artista se reinventa incansablemente, y de forma inevitable se destruye a sí mismo. Este retrato nos lleva más allá de los tópicos de un mito que a veces se ha vuelto caricaturesco, para conocer a un hombre más sentimental de lo que parece, un hombre habitado, a veces superado, por su arte. Porque sí, Godard es humano. No es solo una máquina que piensa y crea imágenes. Es carne, sangre, emociones.