Varios chicos se someten a una experiencia sonora extenuante: a través de un test, largo e insensible, serán víctimas y testigos de distintas formas de violencia. Iván lo supera todo, trascendiéndose a sí mismo, mientras que Tobi lo desafía y se proyecta en un mundo idílico. La narrativa resulta extraña en esta pieza experimental del iconoclasta Diogo Baldaia, ya que en ella todo es alusivo e ilusorio; todo es efecto, sonoro y visual.