¡Puaj! Los adultos se besan en la boca y a los niños les da asco. Es más, se ve desde lejos: cuando la gente está a punto de besarse, sus labios se vuelven rosados y brillantes. El pequeño Léo bromea al respecto, al igual que los demás niños del campamento de verano. Pero tiene un secreto que no quiere contar a sus amigos: su propia boca ha empezado a brillar. Y, en realidad, Léo desea desesperadamente probar a besar.